La ansiedad....Un cerebro en cuidado intensivo

Tener ansiedad, son esas sensaciones desagradables que experimentas cuando tu cuerpo no responde a tu voluntad. Es un piloto automático con dirección a la búsqueda infructuosa de un peligro que tu cerebro aterrado advierte inminente... pero que no lo haya. Aun sin saber de dónde viene la alarma de peligro, continua disparando todo su arsenal de protección y preparación para lo que está diseñado...su lucha o su huida . Su instinto de preservación es infalible.
El sufrimiento psicológico derivado de vivir con ansiedad, deja a la persona afectada literalmente paralizada, progresivamente se le agota los recursos. La escasa destreza para lidiar con el concomitante estrés de sus manifestaciones desborda sus capacidades, lleva al agotamiento y a la tristeza, y muchas veces, a la decepción consigo mismo; a esa contrariedad frustrante y vergonzosa de no poder regularse, incluso no saber cómo poder disfrutar hasta de las actividades en que antes solía deleitarse, porque intrusiva y repentinamente sus síntomas se asoman a secuestrar su atención, dejando una experiencia de horror a su paso.
Las trivialidades pueden llegar a convertirse en desafíos cuando se vive con ansiedad.
Al otro extremo, la ansiedad puede ser benéfica para nuestro organismo, puesto que permite un mayor estado de alerta e impulsa a la acción que bajo otras circunstancias no realizaría. En este sentido, es un mecanismo adaptativo, resultado de conductas defensivas ante cualquier circunstancia que represente una amenaza a la integridad de la persona desde todos los aspectos del funcionamiento vital.
Ahora bien, se considera patológica a la ansiedad cuando su intensidad es tan alta que interfiere significativamente de manera negativa con el rendimiento y funcionamiento tanto psicológico como social. En otras palabras, la ansiedad se define como enfermedad cuando la persona no es capaz de lidiar con sus síntomas ansiosos, que difieren notablemente de la ansiedad cotidiana o normal.
En conveniente acotar, en esta época de pandemia, se han agudizados los síntomas de quienes ya la padecían y otros tantos, desarrollaron ansiedad así como otras patologías como el estrés y la depresión. A fuerza de la incertidumbre, las frustraciones por la disrupción de la cotidianidad, los escases, el duelo por las pérdidas de diversa índole, el miedo presente al contagio, las dificultades de adaptación, la soledad, el encierro, etc. Como resultado, el estigma y el miedo a pedir ayuda se ha venido reduciendo, las conciencias están tomando el valor de la salud y el bienestar mental como parte esencial de la vida.
A mi consulta, han llegado personas con un alto sufrimiento psicológico, adultos abrumados por las manifestaciones de esta enfermedad. La confusión en la que están inmersos por no entender lo que realmente les sucede y no saber cómo pedir ayuda. Es avasalladora. Son víctimas de "Su propio cerebro engañado", como les suelo decir en sesión.
Un objetivo, es controlar el interruptor medidor de alarma de amenaza que se encuentra averiado. En el camino de la acción no es tan fácil como en el dicho, pero lo importante es que tiene solución y como resultado, el tan anhelado alivio.
Aludiendo al interruptor, es la amígdala cerebral. Dos estructuras ubicadas en la profundidad del lóbulo temporal del cerebro que se encarga, entre otras cosas, de monitorear señales de amenaza. Si la alarma se instala, la descarga acecha en tres tipos o sistemas de respuestas pasando una cruel factura.
La primera, la respuesta cognitiva que inunda de pensamientos con una gran avalancha negativa como consecuencia de una distorsionada interpretación de la realidad. Apelando a un ejemplo: creer sufrir un infarto o un paro cardiaco, o pensar que se va a morir, o temer perder el control.
Como resultado, se dispara la respuesta fisiológica provocando súbitamente algunas de sus manifestaciones como: tensión muscular, aumento de la atención vigilancia, incremento de la frecuencia cardiaca, palpitaciones, dificultades para respirar, ahogo, mareos, sequedad de boca, hormigueo en extremidades, etc. (es la forma como el organismo se prepara para defenderse distribuyendo la mayor parte del oxígeno para los músculos de las extremidades que nos movilizan a la acción). Y la tercera respuesta, la respuesta motora o de comportamiento, es consistente en evitar sentir esos síntomas de angustia; huyendo, corriendo, llorando, etc...un sórdido aprendizaje de evitación y confrontación que suele mantener el ciclo.
Lo anterior, sucede como producto de la intervención de otra estructura del cerebro conocida como hipotálamo, que por sus responsabilidades, denomino "el comandante hormonal" al activar la segregación de adrenalina y noradrenalina y posteriormente, por su influencia en las glándulas adrenales, se inyecta en el organismo altas dosis de cortisol, lo cual genera todos los síntomas descritos.
Resumiendo lo planteado, la psicoeducación es una de las herramientas terapéuticas clave. De tal forma que los pacientes comienzan a entender sus circunstancias, a comprender estos tres sistemas de respuesta, los mecanismos de su ansiedad, los mantenedores en particular, examinan su realidad. Y ese reconocimiento acciona los primeros pasos hacia el camino de su recuperación.
Es importante agregar que para superar esta condición, se requiere de compromiso, constancia, demanda trabajar activamente en su proceso de autodescubrimiento.
En consulta, instruyo en técnicas de desactivación emocional relajación progresiva, respiración controlada, mindfulness, imaginación guiada, restructuración cognitiva; para ilustrar esta última, es una técnica que se utiliza con el fin de enseñar a identificar y a modificar la instalación desadaptativa de pensamientos con su consecuente activación emocional de fuerte carga negativa. Técnicas de Confrontación, inoculación al estrés, Exposición interoceptiva, entre otras técnicas ajustadas a las necesidades específicas del caso en particular.
Paralelamente, es decisivo el fortalecimiento o construcción de una red de apoyo familiar y social, el cuidado de una conveniente higiene del sueño, organización de actividades de la vida diaria, introducción de hábitos como la meditación, relajación, ejercicio, priorizar las demandas cotidianas, establecimiento y aprovechamiento de tiempo libre, practicar un nuevo hobbies o retomar uno abandonado, iniciar un nuevo proyecto, conectarse con su grupo comunitario o religioso, evitar el consumo de bebidas con componentes de cafeína, energizantes y sustancias psicoactivas y, actuar bajo la premisa de lo que está realmente bajo su control y que no.
En efecto, antes de cualquier tratamiento psicológico es importante descartar presencia de patologías orgánicas, asistir a revisión médica es el primer paso.
Sin duda alguna, es recomendable la conexión con la naturaleza, visitar los campos, las áreas verdes, arboles, lagos, ect. Dejarse sorprender por la tranquilidad que esta genera. Muchos estudios han probado que estes sencillo pr.oceso ayuda a reducir los niveles de tensión arterial y el estrés.
El bienestar psicológico se puede lograr con ayuda psicoterapéutica y conforme el caso lo amerite, acudir a un psiquiatra para recibir la medicación necesaria. Está comprobado que esta última, combinada con psicoterapia optimiza el tratamiento y con ello la calidad de vida.
Por Psi Sandra K Marin M
